El tal Duch, segundo al mando de Pol Pot ha declarado en el juicio contra los Jemeres Rojos, que se siente muy arrepentido de todo lo que hizo y que tan sólo estaba cumpliendo órdenes, por lo que no tenía otra opción en ese momento. Son unas palabras muy fáciles de decir cuando una personas ya está en el ocaso de la vida y más cuando terminará la suya entre rejas de una cárcel de Camboya, de donde nunca más saldrá con vida.

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Es patético comprobar que estos personajes al cabo de los años se puedan arrepentir de algo que cometieron hace tantos años pero que todavía sigue vigente en la sociedad camboyana, que vivió una época negra de la que ahora están pagando las consecuencias de Pol Pot, Duch y el resto de asesinos, ya que no tienen otro nombre para denominar a estos personajes.

Sin que sirva para justificar la actitud de Duch, ni mucho menos, lo cierto es que Pol Pot era que mandaba, por lo que no le quedaba otra opción para torturar y matar a las personas que pasaron por su prisión. Ahora sufrirá en la cárcel parte del daño que hizo, debido a que las leyes camboyanas no pueden condenarse a pena de muerte

“Mis crímenes, la muerte de niños y mujeres, no pueden ser tolerados. No pido que me perdonen ahora pero me gustaría que abrieran la puerta para que me perdonen en el futuro”, solicitó el acusado, de 66 años.

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